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miércoles, 30 de mayo de 2012

Intuición y Autoempleo


Que el trabajar en la misma empresa toda la vida es algo que hace años desapareció, es evidente. Que lo que tiene futuro es el autoempleo, como dicen algunos, también. Aunque yo diría que el autoempleo siempre ha tenido futuro.

Hemos pasado de buscar y encontrar un empleo para toda la vida, a pasarnos toda la vida buscando un empleo que, además, no siempre encontramos.
De renunciar a una vida mejor a cambio de la seguridad y la rutina, a vivir en la inseguridad y trabajando de lo que salga, lejos de rutina alguna.
Y, en consecuencia, a mirarnos el autoempleo cómo una forma de vida factible, y a veces inevitable. Eso sí, sin perder la esperanza de encontrar un puesto de trabajo estable que nos devuelva la seguridad y la rutina perdidas. Somos así. Y. como siempre digo, es lícito, y no criticable.

Fuente: Freepik
Creo que cuando las naves se hunden es cuando la gente ve el trabajar para uno mismo como una opción verdadera, que está ahí, y, que además, nadie te impide (con el miedo que eso da).

Hablo últimamente con muchas personas que están en esa tesitura. Que están con un mar de dudas, con miedo, y, también con necesidad. Y veo, con cierta admiración y preocupación a la vez, como a mi alrededor, dónde vivo, dónde viajo, se abren y cierran negocios continuamente. Desde luego, el autoempleo está en plena ebullición. No queda otra. Pero veo también que muchos de los nuevos negocios duran poco, o muy poco.

Cuando veo  cerrado un negocio cuya vida ha sido breve, pienso en el emprendedor, en el tiempo que ha dedicado, en el dinero que habrá perdido, en su desilusión, y en el mal momento que debe de estar pasando.
Hablo con algunos y detecto que el principal motivo por el que pusieron su negocio en marcha fue la mera intuición. “Voy a montar un negocio que seguro que funciona”. Intuición y nada más.

La intuición pura ya no sirve. Los  tiempos de fiarse sólo de la intuición también pasaron a mejor vida. La intuición se ha convertido en el paso previo para iniciar una investigación, lo más exhaustiva posible, que nos confirme la viabilidad de esa idea que intuimos buena.
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Si usted está pensando en montar un negocio equis simplemente porque su intuición le dice que seguro  que funcionará, no lo haga. Y si la idea no está en el mercado menos. (Recuerde que la dos principales razones por la que una idea no está en el mercado son el que no se le ha ocurrido a nadie, o que la idea ha sido probada y no funciona).

Arme un plan, por pequeño que sea el negocio. Olvídese de la intuición e investigue su idea. Ya sé que con un buen marketing se venden neveras en el polo norte y estufas en el desierto. Pero no es su caso. Usted no busca abrir un mercado, y mucho menos crearlo o inventarlo. Usted busca autoemplearse.

lunes, 21 de mayo de 2012

La Pollería



Hace ya algún tiempo, decidí instaurar un peculiar ejercicio de búsqueda de financiación para los participantes que tienen a bien formar parte de los diversos talleres para emprendedores que imparto.

El ejercicio en cuestión es sencillo. Se trata de entrar en una pollería, o cualquier otro tipo de comercio, con el que no tengas relación alguna, explicar tu proyecto e intentar que el amigo pollero (verdulero, camarero, cocinero, etc.) invierta en él.

Ese ejercicio lo implanté para que las personas que quieren poner en marcha una empresa, se den cuenta de que existen muchísimas posibilidades de encontrar financiación al margen de los bancos, y de los conocidos. Y sobre todo para romperles el sentido común en ese aspecto.

La verdad es que la visita a la pollería genera cierta inquietud entre los asistentes al curso. Incluso hay quién deserta del mismo para no hacerlo. Otros lo ven como algo descabellado. ¿Por qué un pollero invertirá en un negocio que no tiene nada que ver con el suyo?, esta es la pregunta recurrente de muchos. ¿Por qué la gente invierte en acciones de Repsol o de Endesa si no tiene ni idea del negocio del petróleo o las eléctricas? Respondo yo casi siempre.

El día de taller en el que deben de reportar los resultados de las visitas a la pollería, son días muy interesantes. Recuerdo especialmente a una persona que al solicitarle el reporte, dijo que no había tenido tiempo de hacer el ejercicio. Yo le solicité una disculpa pública, ante los demás participantes del curso, por no haberlo hecho (no hacemos tareas, cumplimos promesas), y al parecer, pedir disculpas no entraba en sus planes ya que se levantó, y como si de un miura se tratara, salió a la calle, y por una de las ventanas, comprobé que entraba en una tintorería cercana. Al volver nos dijo que el dueño de la tintorería le escuchó, y quedaron para seguir hablando, aunque finalmente no invirtió en aquella idea.

También se ha dado el caso de personas a las que el “pollero” de turno ha hecho salir inmediatamente del establecimiento diciéndole que  estaba loca.

Pero hay casos de éxito, cómo el de un verdulero dispuesto a invertir en una empresa turística, o la de un carnicero que ha invertido en una empresa de mudanzas, y así varios casos más.

Aunque al principio  pensé olvidarme del ejercicio visto el grado de deserciones que el mismo generaba, la verdad es que la cosa funciona. La misión del mismo, a parte de lo mencionado antes, obliga al futuro emprendedor a hacer una serie de cosas que jamás haría en circunstancias normales. Le obliga a pelearse con la resistencia de su cuerpo a hacer algo así, y, por lo tanto, a entrenarlo para situaciones fuera de su sentido común. Situaciones que, en la puesta en marcha y desarrollo de un proyecto, aparecen continuamente.


lunes, 14 de mayo de 2012

The Chorizo Way


¿Estás fracasando en tu búsqueda de empleo?, ¿Te estás dando por vencido?, ¿Empiezas a pensar que no hay futuro para ti?

Déjame que te explique algo que le he dicho a bastante gente. Es el camino del chorizo.

Habla con tu abuela. Pregúntale como hacía el chorizo del pueblo. Toma buena nota de la receta y de cómo se elabora.

Haz 10 kilos de ese estupendo chorizo. Sal a venderlo. Pon empeño y no vuelvas a tu casa hasta que hayas colocado esos 10 kilos. Y no me digas que no te gusta vender, porque siempre lo has hecho. Cuando convenciste a tu novia estabas vendiendo. En la entrevista de trabajo estabas vendiendo. Tus amigos te adoran porque te has vendido perfectamente. Así que si que sabes vender, no te engañes.

Por supuesto, piensa en la historia que contarás para venderlo.

 No olvides tampoco mirar el precio en el mercado del chorizo de similares características.

Si puedes ponerle una etiqueta que sea bonita también te ayudará. “Chorizo de mi pueblo” “Chorizo de mi abuela” “Chorizo de………(pon el nombre de tu pueblo o del de tu abuela)” puede estar bien.

La siguiente semana elabora 30 kilos de chorizo. Sal a venderlo y, de nuevo, no vuelvas a tu casa hasta que lo hayas vendido. Debes de ser capaz de venderlo. Si sigues esta práctica no deberás tardar en tener que elaborar doscientos o trescientos kilos, quizás seiscientos, que por supuesto saldrás a vender “por narices”.

Si haces esto, además de hacer chorizo, estarás armando y construyendo un futuro para ti y los tuyos. Con mucho esfuerzo (algo más que trabajando en una empresa) y con altas dosis de empeño, perseverancia, habilidad, etc. También algo de desencanto y amargura en los momentos difíciles, pero esto forma parte del trabajo, por lo que asúmelo y cuando te desesperes piensa que es normal y sigue para adelante.

Como decía, estás haciendo chorizo y construyendo tu futuro. Ojo al dato, tu futuro depende de ti, tenlo en cuenta. Bueno, tampoco es mucho mérito ya que el futuro siempre depende de uno mismo. La manera de gestionarlo también depende de ti. Puedes hacer chorizo y venderlo, o vender el chorizo de otro. Por supuesto, la opción de ceder tu independencia durante lo que dure una jornada laboral elaborando chorizo para otros también es una elección.

Si las cosas te van mal, piensa seriamente en la alternativa del chorizo.

jueves, 10 de mayo de 2012

¿Las cosas por su nombre?


Conoces a alguien. Te dice que se dedica a “la venta de pañuelos desechables en semáforos”.

Casi seguro que, además de sorprendido, te separas un poco de él, le dices lo encantado que estás de conocerlo y pies para que os quiero

Nadie quiere trabajar con un pobre.

A pesar de que el buen señor es todo un emprendedor. Pocos de nosotros nos atreveríamos a hacer lo que él hace para ganarse la vida. Tampoco nos atreveríamos a aconsejar a otros que lo hicieran. 
¿Las cosas por su nombre?
Por lo tanto, el buen hombre cumple con varios de los requisitos que se esperan de todo emprendedor. Principalmente que rompe el sentido común, es innovador, no tiene demasiada competencia y tiene miles de potenciales clientes. Me recuerda a los ciudadanos chinos que venden paraguas los días de lluvia a las puertas del metro, del cine, teatro, etc.

Bueno, a lo que íbamos. El hombre nos dice lo que hace y automáticamente despreciamos su valía, nos rebozamos de perjuicios y nos alejamos de él, olvidándolo casi al instante
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Conoces a otro alguien. Te dice que se dedica a “la distribución de derivados de la celulosa en intersecciones urbanas reguladas por dispositivos electrónicos”. 

Qué interesante, piensas. Entablas conversación, te interesas por su trabajo,  por cómo es su modelo de gestión, por las oportunidades que puede haber en ese mercado. Lo agregas en el facebook, le pasas tu tarjeta electrónica, y escribes en tu blog sobre el interesante tipo que conociste ayer. Quizás hasta lo invites un día a algún coloquio, o a dar una charla.

El primer alguien vende pañuelos en los semáforos. El segundo también. El primero llama a las cosas por su nombre. El segundo llama a las cosas por el nombre que tú quieres oír, bien aderezado y condimentado. El primero es pobre, y no quieres trabajar con él. El segundo también es pobre, pero con ese si trabajarás. Porque no te lo parece.

Es curioso, pero es así


Apliquen el cuento a sus proyectos.

viernes, 4 de mayo de 2012

Este mundo no existe


Me pasa mi hija este enlace a una entrevista en La Vanguardia


Lo hace por que sabe la infinidad de veces que he dicho, a ella y a toda la gente con la que he colaborado de la forma que fuere,  la frase “Este mundo no existe, sólo está en tu cabeza”
Creo fervientemente de que es así. El mundo en el que nos movemos sólo está en nuestra cabeza. Lo hemos construido, y lo vamos construyendo en base a la historia y la educación recibida, a las normas de conducta que nos han inculcado, y que aceptamos sin, o casi, sin rechistar.  Esos parámetros, todos transmitidos a través del lenguaje,  configuran nuestro mundo particular y/o colectivo.

Así es en nuestra vida, y así es en el mundo de los negocios, y, en consecuencia, en el mundo del emprendedor

Por lo tanto, y a sabiendas de lo comentado, la primera conclusión a la que podemos llegar es que este mundo lo podemos cambiar, o modelar según las necesidades o las inquietudes, actuales o futuras, que podamos tener cada uno de nosotros.

Otra conclusión a la que podemos llegar es que como el mundo es maleable, nosotros somos los rígidos de esta historia. Somos nosotros los que ponemos los límites. Y puedo asegurar que traspasarlos no comporta castigo divino alguno.

Si dejamos la rigidez de nuestro comportamiento de lado, nuestro mundo se transforma. Se hace  más amplio, más cómodo, y aparecen  ante nosotros muchas más oportunidades de toda índole.

Cómo decía Hernán Guerrero, un magnífico entrenador en cuyas manos tuve la suerte de caer hace ya algunos años, el emprendedor es una persona que rompe el sentido común. Por lo tanto, es una persona que reconfigura su mundo, y lo hace, la mayoría de las veces, tomando decisiones de la nada.

¿Dónde está el límite?  En la moral, la ética y el respeto a los demás. En todo lo otro, tenemos manga ancha