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lunes, 21 de mayo de 2012

La Pollería



Hace ya algún tiempo, decidí instaurar un peculiar ejercicio de búsqueda de financiación para los participantes que tienen a bien formar parte de los diversos talleres para emprendedores que imparto.

El ejercicio en cuestión es sencillo. Se trata de entrar en una pollería, o cualquier otro tipo de comercio, con el que no tengas relación alguna, explicar tu proyecto e intentar que el amigo pollero (verdulero, camarero, cocinero, etc.) invierta en él.

Ese ejercicio lo implanté para que las personas que quieren poner en marcha una empresa, se den cuenta de que existen muchísimas posibilidades de encontrar financiación al margen de los bancos, y de los conocidos. Y sobre todo para romperles el sentido común en ese aspecto.

La verdad es que la visita a la pollería genera cierta inquietud entre los asistentes al curso. Incluso hay quién deserta del mismo para no hacerlo. Otros lo ven como algo descabellado. ¿Por qué un pollero invertirá en un negocio que no tiene nada que ver con el suyo?, esta es la pregunta recurrente de muchos. ¿Por qué la gente invierte en acciones de Repsol o de Endesa si no tiene ni idea del negocio del petróleo o las eléctricas? Respondo yo casi siempre.

El día de taller en el que deben de reportar los resultados de las visitas a la pollería, son días muy interesantes. Recuerdo especialmente a una persona que al solicitarle el reporte, dijo que no había tenido tiempo de hacer el ejercicio. Yo le solicité una disculpa pública, ante los demás participantes del curso, por no haberlo hecho (no hacemos tareas, cumplimos promesas), y al parecer, pedir disculpas no entraba en sus planes ya que se levantó, y como si de un miura se tratara, salió a la calle, y por una de las ventanas, comprobé que entraba en una tintorería cercana. Al volver nos dijo que el dueño de la tintorería le escuchó, y quedaron para seguir hablando, aunque finalmente no invirtió en aquella idea.

También se ha dado el caso de personas a las que el “pollero” de turno ha hecho salir inmediatamente del establecimiento diciéndole que  estaba loca.

Pero hay casos de éxito, cómo el de un verdulero dispuesto a invertir en una empresa turística, o la de un carnicero que ha invertido en una empresa de mudanzas, y así varios casos más.

Aunque al principio  pensé olvidarme del ejercicio visto el grado de deserciones que el mismo generaba, la verdad es que la cosa funciona. La misión del mismo, a parte de lo mencionado antes, obliga al futuro emprendedor a hacer una serie de cosas que jamás haría en circunstancias normales. Le obliga a pelearse con la resistencia de su cuerpo a hacer algo así, y, por lo tanto, a entrenarlo para situaciones fuera de su sentido común. Situaciones que, en la puesta en marcha y desarrollo de un proyecto, aparecen continuamente.


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