Conoces a alguien. Te dice que se dedica a “la venta de
pañuelos desechables en semáforos”.
Casi seguro que, además de sorprendido, te
separas un poco de él, le dices lo encantado que estás de conocerlo y pies para
que os quiero.
Nadie quiere trabajar con un pobre.
A pesar de que el buen señor
es todo un emprendedor. Pocos de nosotros nos atreveríamos a hacer lo que él hace
para ganarse la vida. Tampoco
nos atreveríamos a aconsejar a otros que lo hicieran.
¿Las cosas por su nombre? |
Bueno, a lo que íbamos. El hombre nos dice lo que hace y
automáticamente despreciamos su valía, nos rebozamos de perjuicios y nos
alejamos de él, olvidándolo casi al instante
.
Conoces a otro alguien. Te dice que se dedica a “la distribución
de derivados de la celulosa en intersecciones urbanas reguladas por
dispositivos electrónicos”.
Qué interesante, piensas. Entablas conversación, te
interesas por su trabajo, por cómo es su
modelo de gestión, por las oportunidades que puede haber en ese mercado. Lo
agregas en el facebook, le pasas tu tarjeta electrónica, y escribes en tu blog
sobre el interesante tipo que conociste ayer. Quizás hasta lo invites un día a
algún coloquio, o a dar una charla.
El primer alguien vende pañuelos en los semáforos. El
segundo también. El primero llama a las cosas por su nombre. El segundo llama a
las cosas por el nombre que tú quieres oír, bien aderezado y condimentado. El
primero es pobre, y no quieres trabajar con él. El segundo también es pobre,
pero con ese si trabajarás. Porque no te lo parece.
Es curioso, pero es así.
Apliquen el cuento a sus proyectos.
Apliquen el cuento a sus proyectos.
jejejeje muy buen post, es de los que hacen reflexionar con una sonrisa. Supongo que estaría bien saber identificar lo que quiere oir el mercado antes de ofrecerles algo más de lo mismo ;)
ResponderEliminargood one!