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jueves, 30 de agosto de 2012

Vacaciones


Se acaban las vacaciones para muchos. Estos días se nota en las calles que la actividad, que este mes de Agosto parece más ausente que nunca (entre negocios cerrados por vacaciones y por traspaso) vuelve, poco a poco, a sus niveles normales. Bueno, normales para estos tiempos complicados que nos toca torear.

También yo he decidido hacer vacaciones en Agosto, incluyendo este blog.

Y no porque no me apetezca escribir. La principal razón es dejar que mi mente descanse. Creo que es necesario y saludable para mi estado mental. Me he auto obligado a no pensar en proyectos, en empresas, en futuros posibles e imposibles, en alternativas, en caminos.

Durante unos días he cerrado los ojos para no ver oportunidades que pongan mi maquinaria mental en marcha y, por lo tanto, envíen al traste mi descanso. Y cuando he sido consciente de alguna, he mirado para otro lado. La verdad es que no está mal eso de relajar la mente.

Uno se sienta en el sofá a perder el tiempo sin,  o casi sin, remordimientos

 O dedica, como yo estos días, las mañanas al ejercicio o a caminar por la ciudad, la playa o la montaña. Me gusta. He descubierto que el andar un par o tres de horas, a parte del ejercicio saludable que representa, se convierte en un momento muy íntimo, en el que solo estás tu y tu camino que, como decía el poeta, se hace al andar.  Estoy seguro que esta práctica, que adopto para todo el año,  me servirá para tomar muchas decisiones de aquí en adelante.

Y en alguno de esos ratos de intimidad se me aparece una pregunta… ¿Hacen vacaciones los emprendedores?

Creo que la persona con inquietud emprendedora no hace nunca vacaciones. No me refiero a vacaciones de forma literal, o sea, viajes, fiesta, playa y diversión, si no a esas vacaciones que he reclamado para mí este año (después de muchos). Quizás podría referirme a vacaciones de inquietud, de esa inquietud emprendedora a la que me he referido antes, y que, a veces, tanto agota.  Ya les digo yo que es difícil, pero si además tienes un proyecto o una empresa en marcha es, prácticamente, imposible.

Por cierto, se han dado cuenta de lo mal visto que está que un emprendedor haga vacaciones el primer año de abrir su negocio. También a mí, a veces, y con según qué emprendedor, o según qué proyecto, me han sorprendido esas vacaciones.

Pero mi conclusión es que cada cual sabe lo suyo, y sabe lo que está dispuesto a arriesgar para que su proyecto prospere y tenga éxito, y sabe, además, el dinero que tiene y que está dispuesto a invertir. Así que si su vecino abre un negocio, y a los tres meses lo cierra por vacaciones, no lo critique, ni piense que es un traficante de sustancias ilegales que usa su comercio como tapadera. Seguramente es que así lo planeó.

Y poco a poco va llegando septiembre, y detrás de él otro año más, otro curso, con sus retos y sus metas, sus oportunidades, sus éxitos y, por supuesto, también, sus fracasos.

Prepárense, no será fácil

jueves, 9 de agosto de 2012

¿Desconectar?


Estás trabajando y te das un golpe. Una pequeña contusión sin importancia que te regala un hermoso cardenal. Seguramente ni te duele, pero el color morado en el lugar donde te golpeaste te recuerda el incidente.
Llegas a tu casa, después de un día de duro trabajo. Te das una ducha rápida y cuando te estás secando vuelves a ver de nuevo tu hermoso cardenal, que, como la flor de la amapola en un campo de trigo,  resalta entre la blancura de tu piel. Al verlo recuerdas el incidente sin importancia que has tenido en el trabajo, acabas de secarte y te olvidas, siempre y cuando nadie te toque ahí.
Después, con ropa cómoda, y, seguramente, rodeado de tu familia, te relajas.

¿Por qué cuento esto?

Oigo, cada vez más, a personas que, dicen, son capaces de desconectarse del trabajo al acabar la jornada. Que, por suerte, dejan todos los problemas que surgen, en su actividad laboral, aparcados en su puesto de trabajo en cuanto finalizan la jornada. Que llegan a casa y se olvidan de lo acontecido durante el día, y que, dicen, no dejan que su vida laboral se mezcle con su vida privada, con su intimidad, con su familia.

No puedo estar más en desacuerdo. Y no solo en desacuerdo, si no que afirmo rotundamente y con la mas absoluta solemnidad que eso es imposible.

¿Por qué es imposible?

La respuesta es muy sencilla. No tenemos un cuerpo para trabajar y otro para la vida privada. Cuando salimos del trabajo podemos colgar el mono de trabajo, pero no podemos colgar un cuerpo y coger otro. Perdone usted la evidencia, pero es que esto que es tan evidente para muchas personas no lo es. Y si no, vuelva a mirarse ese lindo cardenal del que hablaba al principio. Igual que ese cardenal se viene con nosotros a casa, también se vienen las consecuencias de los problemas que hemos tenido. Ojo, no digo que se vengan los problemas, que a veces también, digo que lo que nos llevamos a casa son las consecuencias y las cicatrices que dejan en nuestro cuerpo y en nuestra mente las amarguras, las irritaciones, los nervios, las taquicardias, los cabreos, la ansiedad, etc., que podemos sufrir en una jornada laboral. También de la serenidad, la satisfacción, el orgullo, la sonrisa que nos deja en nuestro cuerpo el éxito y el trabajo bien hecho. Nótese que no hablo de los problemas y de los éxitos en sí, si no de sus consecuencias en nuestro cuerpo.

¿Pero, y al revés? ¿Los problemas de casa nos los llevamos al trabajo?

Sin ninguna duda. Sobre todo porque nuestro cuerpo no sabe si está en el trabajo o en la intimidad de nuestra casa. Y, además, como diría Punset, ni le importa.

Han fracasado infinidad de empresas y proyectos por problemas en casa y han fracaso infinidad de familias y relaciones por problemas en el trabajo.

¿Qué hacer?

Ser conscientes de todo esto. De que es imposible desconectarse de los problemas en el trabajo y en nuestra vida privada.

Además, la pretendida “desconexión” no es la solución a los problemas. O sea, no los soluciona. Y, por lo tanto, esos problemas, por ínfimos que sean, siguen haciendo mella en nuestro cuerpo y en nuestra mente día tras día.

Por lo tanto, póngase manos a la obra, identifíquelos  y acabe con ellos.

Los de casa tienen prioridad, y más si son importantes.



jueves, 2 de agosto de 2012

¿Emprender a los 50?


 Estos días estoy asistiendo a un Taller de Coaching. Aunque es una disciplina que domino bastante, me gusta asistir como observador para seguir  aprendiendo y ver a otros profesionales en acción.

No me sorprende ver que la mayoría de asistentes son personas más o menos de mi edad, o sea, rondando el medio siglo de vida, o un poco más, como es mi caso. Para mí está claro que las personas que asisten a un taller como este, lo hacen porque tienen alguna preocupación. Aunque tal y cómo está todo, seguro que las preocupaciones son muchas.

Varios de los asistentes, de mi generación, están en el curso porque  se han quedado sin trabajo. Dicen que confían en encontrar pronto algo ya que, creen, que las empresas que buscan candidatos sabrán apreciar su amplia experiencia. Compruebo, además, que la mayoría de la gente de mi edad que es nueva en esto del paro piensa de forma similar.

¿Son unos ilusos?

Bueno, primero creo que son gente con esperanza, acostumbrados durante casi toda una vida a trabajar duro. Durante toda una vida  han acumulado esa experiencia que están seguros les servirá de arma contra el desequilibrio general que representa el quedarse sin trabajo. Esa experiencia es la que les genera esa esperanza.

Entonces les explico el experimento que llevo tiempo haciendo.

Tengo varios perfiles en buscadores de trabajo. Con ellos me doy de alta en ofertas de empleo de varios sectores, sobre todo el comercial, modificando el currículum para adecuarlo, más o menos, a las ofertas que van saliendo. Lo único que no modifico es la edad, pero dependiendo del trabajo, pongo unos estudios u otros. Lo mismo hago con la experiencia laboral. Incluso en alguna carta de presentación he puesto que estoy dispuesto a trabajar gratis uno, dos o tres meses. Y no tengo en cuenta el tipo de relación laboral que se propone. O sea, acepto relación laboral, comercial, autónomo dependiente, etc. En resumen, candidato ideal, con amplia experiencia, y con cincuenta años de edad.

¿Resultado del experimento?, una entrevista para ser comercial después de casi mil trescientos curriculums enviados. Por cierto, fui a la entrevista y no me ofrecieron el trabajo.

En resumen, las cincuentonas y los cincuentones lo tenemos claro. Cuando explico esto a cualquier persona de esa edad que busca trabajo, el desanimo fluye por su cuerpo. Y entonces dicen que si fueran más jóvenes montarían algún tipo de negocio, pero que son mayores para eso.

Yo a eso le llamo el síndrome de la edad equivocada. Que el mercado laboral no nos quiera, no quiere decir que, de pronto, no sirvamos para nada. Lo único que quiere decir es que los criterios de contratación de las empresas tienen más en cuenta la edad, que la experiencia. Por lo tanto sólo nos queda una vía. Emprender.

¿Emprender a los 50?. Claro, ¿dónde está el problema?, tienes la necesidad, la experiencia, seguramente los contactos necesarios, también el saber hacer y el saber estar, la serenidad suficiente para soportar los reveses (seguro que a estas alturas la vida nos ha dado uno cuantos), un sentido común a prueba de bombas, quizás hasta un poco de dinerito, probablemente menos responsabilidades urgentes que hace unos años y, por tanto, menos necesidad de dinero, y, total,  vaya como vaya el negocio, dentro de un ámbito de normalidad, en unos pocos años, en los que hay que resistir como sea,  nos jubilamos y que trabaje rita.

Amiga, amigo, si rondas los cincuenta, no te autodeseches, piensa en qué oferta eres para el mercado, y adelante!!